Un llamado que no recibí: el de la maternidad
A los 27 años me casé con J.C. Él era divorciado y una década mayor que yo. Cuando decidimos casarnos hablamos del tema de los hijos. Él expresó su deseo de tenerlos; yo, mis dudas al respecto. En realidad, ya yo tenía bastante claro que no deseaba tener hijos, tal como explico en mi artículo “Por qué decidí no ser madre”. Sin embargo, amaba profundamente al hombre que se convertiría en mi esposo y consideré egoísta negarle la posibilidad de ser padre. Acordamos esperar unos tres años y luego volver a conversarlo. Durante un tiempo ninguno de los dos volvió a sacar a colación el asunto. Nuestros amigos tenían hijos y nosotros nos convertíamos en tíos, de nuevo. A pesar de que ambos ya teníamos sobrinos consanguíneos, llegamos a tener una cercanía igual o mayor con algunos de esos sobrinos postizos que con los propios.
En su cuento “Los tíos”, incluido en el libro “Una música lejana”, María José Navia narra la historia de una pareja que, al sentirse dejada de lado por sus amigos con hijos, decide echar mano de un servicio online de ‘alquiler de hijos’. La historia es ingeniosa y me llevó a reflexionar acerca de aquella etapa de mi vida. A pesar de haber sentido una cierta presión social y familiar —no teníamos ni un año de casados cuando la familia de mi entonces esposo empezó a preguntarme cuándo formaríamos una familia; uno de nuestros amigos, que ya tenía cuatro hijos, insistía con frecuencia en que nos estábamos perdiendo de una experiencia única; el esposo de una amiga de la infancia me dijo que le parecía una posición egoísta de nuestra parte no tener hijos cuando podríamos brindarles una excelente educación— nunca me sentí excluida por parte de nuestro círculo más cercano de amigos. Asistíamos a las fiestas infantiles, hacíamos reuniones en nuestra casa en la que los niños tenían su espacio y entretenimiento e, inclusive, algunos días o fines de semana nos hacíamos cargo de nuestros sobrinos, legales o postizos, y jugábamos a la familia. Pero, claro, al cabo de uno o dos días los padres se los llevaban y nosotros comentábamos que había sido un disfrute tenerlos y un alivio volver a la libertad de nuestra vida cotidiana.
En aquella época tuve una conversación con mi mejor amiga —quien, con el tiempo, se convertiría en mi comadre— sobre los motivos que la llevaron a tener hijos. Nos habíamos casado con tres meses de diferencia y luego de tres años ella tuvo a su primera hija y un par de años después a mi ahijada. Las dos éramos ingenieros, trabajábamos, éramos muy independientes y teníamos opiniones afines en muchos temas, así que cuando, a los dos años de casada, ella me dijo que estaba esperando a su primer bebé me tomó por sorpresa: pensaba que ella, como yo, estaba postergando ese momento. Un día le pregunté qué la había llevado a tomar esa decisión (honestamente, yo pensaba que podía haber sido un ‘accidente’). Ella me respondió que había sentido la necesidad de ser madre, que había sido un deseo imperioso, un ‘llamado’. Yo le dije que nunca había experimentado algo así, y ella me contestó que seguramente más adelante lo sentiría. No dije nada. Yo no me consideraba capaz de sentir ese deseo; ciertamente, no me había ocurrido, pero expresarlo ante otros, aun siendo ella alguien tan cercano a mí, me resultaba extraño, podría ser considerado antinatural. En su libro “Beyond Motherhood”, Jeanne Safer escribe acerca de esa sensación incómoda y hasta vergonzosa que puede acompañar la decisión de no tener hijos. Cuenta cómo evadió durante años tomar una posición firme al respecto, sus excusas constantes ante sí misma y los demás para posponer ese momento, sus cuestionamientos acerca de cómo la vería la sociedad y las consecuencias que tendría para ella el escoger una vida sin familia. “What could be harder than choosing between forever and never? […] Few things are as final, as irrevocable as this. […] I feel so closed, so selfish, such a misfit. Why does something that seems instinctive in others feel artificial and unavailable for me?”. De una manera tan honesta como íntima, Safer explora el proceso largo y difícil que vivió para llegar a la conclusión de que la maternidad no era una opción deseada para ella, mientras sentía la presión del reloj biológico forzándola a fijar una posición definitiva.
Recuerdo que durante una cena con J.C. en un restaurant en París hablé del tema de los hijos. Yo tenía ya 35 años: si queríamos intentarlo, ese era el momento; mi reloj biológico reverberaba dentro de mí con ecos ancestrales. Él respondió: no creo que debamos tener hijos si no quieres. Yo dije que, aunque la maternidad no era una prioridad para mí, no quería privarlo de esa experiencia. Así que al llegar de las vacaciones lo intentamos, sin mucho éxito. Acudimos a un especialista en fertilidad y resultó que ambos teníamos problemas para concebir hijos. Cuando el médico me explicó con detalle la suma de nuestras dificultades, ahí, por primera vez, deseé ser madre con fervor, aunque creo que movida más por un rechazo a esa realidad impuesta que por un anhelo genuino. Me cuestioné, además, si yo misma había materializado mi infertilidad tras años de pensar que no quería tener hijos. Por diversas razones relacionadas con nuestra vida personal y profesional, aunado a la situación política y social que Venezuela atravesaba en aquél momento[1], pospusimos la búsqueda de un bebé.
Tres años después, en enero del 2005, mi padre estaba desahuciado. Él y mi mamá estaban en nuestra casa en Caracas y yo tuve un retraso en mi menstruación. Para mi asombro, mi reacción fue de alegría. He analizado el por qué de esa emoción que considero contraria a mi verdadera naturaleza, y hoy creo que la situación familiar que atravesábamos en aquella época tuvo un papel fundamental: el nacimiento de un bebé supondría un contrapeso ante la muerte que se avecinaba. Supongo que necesitaba encontrar motivos de esperanza e ilusión no solo para mí, sino para mi familia. Al final, resultó ser una falsa alarma. J.C. y yo volvimos a hablar del tema: yo dije que lo intentáramos, él que esperáramos un tiempo, y luego no se habló más. Unos dos años después, en una conversación le expliqué que, por mi parte, estaba cerrado el asunto: no tendría hijos.
En retrospectiva, creo que nunca recibí ‘el llamado de la maternidad’ y que los momentos en los que consideré la posibilidad de tener hijos fue o por motivos externos o por las razones equivocadas. En la actualidad, asumo mi decisión con la certeza de que hice lo correcto: la maternidad nunca fue para mí, y me siento tranquila y agradecida por haber sido capaz de verlo, asumirlo y defender me posición, a veces, enfrentada a mis propias dudas y cuestionamientos.
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[1] En el año 2002, Venezuela se hallaba sumergida en un periodo de gran inestabilidad social y política caracterizado por manifestaciones, protestas y marchas de una parte importante de la población en contra del gobierno de Hugo Chávez, seguidas por el llamado paro cívico —convocado por la Confederación de Trabajadores de Venezuela (CVT) y la patronal Fedecámaras— y que desembocaron en los sucesos del 11 de abril.
22 respuestas a «Un llamado que no recibí: el de la maternidad»
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Dis….Que bueno, a veces me maravilla el saber que eres tan clara y decidida. Admiarmos esa claridad y determinacion por lograr siempre lo que te propones. Yoramazingwoman!!
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Mil gracias, Sonia y Eduardo, por tomarse el tiempo para leer el artículo y comentarlo. Abrazos.
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Como siempre espectacular! Me encantó.
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Gracias por leerlo, Evy querida, un fuerte abrazo.
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Bueno, como sea tuviste el deseo de tener tu hijo, si lo motivo alguna situación familiar o no solo es una evento externo que afectó tu vida en ese momento, creo que intelectualizaste el hecho que no se pudo en ese momento, pareciera que lo que no hubo fue una sincronización con JC para decidirlo y hacerlo parte del proyecto de vida y/o familia, más bien dieron por sentado que los impedimentos personales tomarán, el peso de la decision. En mi caso mi esposa tenía el impedimento y la voluntad de no rendirse hicimos de todo y el resultado cumplió 11 años hace unos días, pero yo me comprometí en eso para que no se quedara sola con su deseo y lo hicimos un proyecto de familia.
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Juan Carlos, muchas gracias por leer el artículo y darme tu opinión. Me alegra mucho que el esfuerzo que pusieron en que tu esposa saliera embarazada haya dado sus frutos, los felicito. Un gran abrazo.
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Siempre quise ser mamá, me siento un poco mamá de mis hermanos, de mis amigos, de mis sobrinos
De quien nunca quise ser madre fue de mis parejas, eso siempre lo tuve claro
Yo soñaba con tres hijos, solo pudimos tener uno. Me siento agradecida porque ese hijo vino a enseñarme muchas cosas y a a llenar nuestras vidas de manera muy especial-
Caro, muchas gracias por tu respuesta. Por supuesto, hay muchas maneras de maternar; en tu caso, no solo a tu hijo sino a otras personas de tu entorno. ¡Qué dicha que hayan podido tener a su hijo! Es un regalo, una bendición y un aprendizaje, tal como expresas. Un abrazo.
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Mi opinión es que hay mujeres que no siente esa necesidad al llamado de la
Maternidad para sentirse realizadas como mujeres y estoy segura que tú eres una de ellas. Sin lugar a dudas esa necesidad de la
Maternidad no estaba en ti pues de lo contrario lo hubieses luchado hasta lograrlo ya que no tenías impedimentos y leyendo lo que escribiste y conociéndote desde chama me
Convenzo aún más de lo que afirmas ahora en el
Blog.-
Inés querida, mil gracias por leer y comentar mi artículo. Estoy de acuerdo contigo: cada mujer debe buscar su realización a su manera, y si la maternidad no es una de ellas no debe sentirse obligada a tener hijos. Un abrazo.
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Soy un «testigo de excepción» de todo lo que dices en el artículo.
Creo que JC tampoco quería tener hijos, y sin quitarle valor a tu decisión, eso contribuyó enormemente a qué no llegara la «llamada de la maternidad».
Como padre de dos sobrinas postizas, doy fe del enorme amor hacia ellas. Si bien no recibiste «la llamada de la maternidad» tenías un corazón de madre que no te cabía en el pecho. Para mis hijas fuistes su co-madre.
Ellas también lo sintieron, y ocupas un rincón muy especial en sus corazones.
No tienes deuda con la vida, porque si fuistes una madre emocional extraordinaria.-
Compadre, muchas gracias por tus emotivas palabras. Y sí, considero que en algunas facetas a lo largo de mi vida he podido expresar lo maternal que habita en mí, sin que eso niegue el hecho de que no nací para tener hijos. Un gran abrazo, José Antonio.
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Te felicito por ser honesta y firme con tu decisión. Los hijos son un regalo hermoso de la vida, pero hay que estar muy claros y seguros de la responsabilidad que eso implica. La vida te cambia por completo, el tenerlos o no es una decisión que respeto totalmente.
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Yvet, muchas gracias por tu lectura y opinión. Estoy de acuerdo contigo: tener hijos representa un cambio total en la vida de los padres, así como la decisión de no tenerlos puede ser motivo de arrepentimiento a futuro si no se analiza el tema en profundidad. Un fuerte abrazo.
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Me encanta tu texto, Grace. Me parece una exploración muy honesta e intima a un tema del que, por fortuna, cada vez se habla con mayor naturalidad. Y más allá de eso, celebro que reivindiques la duda, la paradoja, la incongruencia, porque dentro de esas aguas de vacilación y contradicción, navegamos todos.
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Lissete, muchas gracias por leer el artículo, así como por tu apreciación y comentario. Ciertamente, las dudas, las contradicciones, los cambios de opinión con respecto a muchos temas importantes forman parte de nuestra condición de humanos y nos dimensionan. Un fuerte abrazo.
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Querida Grace,
Leyendo tu artículo me doy cuenta de que soy una persona que nunca forme parte del grupo de mujeres que socialmente presionan a otras sobre la maternidad. Para mi la maternidad es algo hermoso pero también sacrificas mucho. Si bien se sabe que las recompensas son enormes, pero seamos francas es el trabajo más difícil del mundo. Agradezco no ser una mujer. Como esas que se la pasan hablando solo de los hijos, que su vida se basa solo en los hijos y que no hay nada más que eso. Por esa razón amo tener amiga que no hablen de hijos y pañales. Considero qué hay tanto de que hablar y tanto que hacer en la vida como para enfrascarnos solo en el tema maternidad.-
Querida Julieta, te agradezco mucho tu respuesta tan honesta y carente de máscaras. Concuerdo contigo. Un abrazo.
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Mi Bedo… Eres mi espejo en cuanto al deseo de la maternidad. Hermoso artículo. Gracias por escribirlo. Tq
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Querida Pili, gracias por leerlo. La decisión de no tener hijos es muy respetable. Al final, la maternidad es un opción de vida, como tantas otras. Besos.
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Bonita lectura tía, y aclarado un tema o mejor dicho esa incógnita que siempre me pregunté , y como sobrino nunca te pregunte … Dios es quien sabe y todos somos diferentes sino fuéramos robot todos.. saludos tia
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César Alberto, muchas gracias por leer el artículo. Me alegra mucho que hayas encontrado aquí respuestas a preguntas que no formulaste. Sé que como tú, tanto las personas que me conocen como las que no podrán vislumbrar a través de estos escritos quién soy, mis opiniones y puntos de vista acerca de muchos temas y, ojalá, encontrar respuestas, formularse preguntas, reflexionar y dejar un comentario que nos invite a otros a reflexionar. Un abrazo, sobrino.
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