Durante años procuré integrar las diferentes mujeres que habitan en mí, ahora me enfoco en que coexistan en armonía; rara vez lo consigo. Pienso como ingeniero, experimento la vida como escritora. Encuentro valentía en mi fragilidad. En Houston me siento en casa; es la ciudad del mundo que reúne el mayor número de mis afectos cercanos en la actualidad. Extraño el Ávila casi cada día. La desnudez me resulta natural.
Los personajes de mis historias juegan a las escondidas conmigo; acepto el reto, usualmente ellos me encuentran. En el pasado me sentí sepultada en vida, hoy vivo el sentido de mi existencia. Tuve un sueño en el que un hombre me daba mi primer beso de amor. Escribo para dar salida y forma a las voces, imágenes, temas y palabras que me persiguen, para explorar la otredad y los mundos posibles, para formular las preguntas que me acechan y concebir las respuestas que no he hallado, para confrontar mis creencias y cuestionar mis teorías, para incomodarme, desajustarme y tratar de reordenarme.
Sueño con olores. La música me acompaña: cocino con Sinatra, me ducho con Coldplay y Maroon 5, escribo con música barroca y edito con bossa nova; cuando conduzco en la ciudad escucho la música pop del momento; en carretera, a veces, Country music. Mi ángel de la guarda me ha hablado dos veces con voz de hombre. Cuatro gatos y dos perros me convencieron de que podía ser una buena madre.
Dos niños me han hecho desear ser abuela. Aún creo que podemos coexistir en paz sobre esta pequeña esfera si practicamos la tolerancia y la compasión. La vulnerabilidad es una de las cualidades que más me conmueve en una persona. Logré aceptar que soy falible; más que la perfección, prefiero la totalidad. Mi desafío continuo es convocar el diálogo entre la voz que susurra poseer la verdad absoluta y aquella que grita que no sé nada de nada; el sentido del humor es mi aliado en esa empresa perdida. Defender mi verdad parte de la aceptación de las verdades ajenas. Me llevó años disfrutar los domingos, la soledad y el silencio.