Por qué decidí no ser madre

Creo que desde siempre tuve claro que no quería ser madre. No recuerdo haber tenido muñecos bebés queridos. A los 15 años escuchaba a algunas de mis amigas hablar de casarse y tener hijos, y yo pensaba que para mí el matrimonio era opcional y la maternidad estaba descartada. Mi meta en aquel momento era continuar con el ballet a nivel profesional o tener una carrera exitosa en otros ámbitos. A los 18 años, cuando ya vivía en otra ciudad por motivos de estudio, escribí una historia titulada “Quise construir un mundo para ti”[1], la cual fue publicada en el principal periódico del pueblo del oriente venezolano en el que viví desde muy corta edad hasta que me fui a estudiar la carrera de ingeniería. Ese escrito causó cierta conmoción en el pueblo. En ese relato, supongo que en parte inspirado por Oriana Fallaci y su “Carta a un niño que nunca nació”, una mujer en el ocaso de la vida le explicaba al hijo que no llegó a engendrar los motivos por los que había decidido no ser madre: el mundo era para ella un sitio inhóspito en el cual ideales como la justicia, el amor o la verdad eran pisoteados sistemáticamente. En el pueblo se corrió la voz de que yo había abortado. Para mi sorpresa, mi papá me defendió: era un trabajo literario, alegaba; no cuestionó las ideas expresadas allí ni mis motivos para escribirlo. La verdad es que yo ya era activa sexualmente, a espaldas de mis padres. La verdad, también, es que escribí esa historia durante unas vacaciones en la casa familiar, luego de haber tenido un retraso en mi menstruación que me mantuvo varios días viviendo en un estado de absoluta angustia. Tomé malta tibia y algunas infusiones que me recomendaron mis amigas. Una vez pasado el susto, no sé si debido a esos dudosos métodos caseros o por razones naturales, escribí ese relato como una forma de catarsis y fue mi papá, escritor, quien me animó a enviarlo al periódico. Con los años entendí que había escrito esa historia como una declaración temprana de mi renuncia a la maternidad.

Hoy, recordando esa etapa de mi vida, no deja de asombrarme la claridad que tuve acerca de mi renuencia a ser madre desde temprana edad. Reconozco que mi mamá puede haber sido una influencia en alguna medida. Con el discurrir de los años he llegado a la conclusión de que mi madre tuvo hijos porque en su época, y en la sociedad en la cual creció[2], los hijos eran el paso incuestionable luego del rito matrimonial. A pesar de la crianza conservadora en extremo que recibió y de la manera severa y plagada de prejuicios con la que nos educó a sus tres hijos, sospecho que en algunos aspectos había una feminista en ciernes dentro de mi mamá. A mi hermana y a mí siempre nos dijo que teníamos que estudiar para que no dependiéramos de ningún hombre. A pesar de ser una católica ferviente, tomó la píldora anticonceptiva durante muchos años, luego de haber tenido a mis hermanos con once meses de diferencia entre ellos. Además, trabajó durante casi toda su vida y administraba el presupuesto familiar. En cuanto a su personalidad, no parecía disfrutar la presencia de niños y nos dejó claro que, si teníamos hijos, ella sería una abuela de un rato los domingos, pues no pensaba cuidar a los hijos de nadie. Ya crie los míos, decía. Esa postura en apariencia avanzada o, al menos, poco común para su época y entorno no abarcaba el tema sexual. Allí sí era absolutamente apegada a la educación que recibió: había que llegar virgen al matrimonio, así que el sexo fue un tema tabú en casa y crecí sin información acerca de los métodos anticonceptivos. Aunque la actitud de mamá con respecto a los hijos puede haber colaborado en alguna medida con mi postura, creo que mi convicción surgió de una decisión personal. No estoy segura, sin embargo, de que en aquella época yo haya analizado el tema en función de la gran responsabilidad que conlleva el ser madre y los cambios profundos e irreversibles que ocurren en la vida de una mujer al tener hijos. Hace pocos días conversé con Nancy, mi asesora financiera, y le comenté que estaba escribiendo un artículo acerca de la maternidad sin hijos. Ella, quien es contemporánea conmigo y ha estado felizmente casada por muchos años, me contó que su analista le había dicho recientemente que su decisión de no tener hijos la había tomado durante la juventud. Ella tomó muchas responsabilidades familiares desde temprana edad y eso la había condicionado a no tener hijos: ya estaba maternando[3] a varios miembros de su familia. 

Su historia me llevó de nuevo a reflexionar sobre los motivos detrás de mi decisión. Yo soy la menor de mis hermanos, demostré una gran madurez para mi edad y desde niña tuve la tendencia de proteger a mi hermana. No obstante, mi papel de “cabeza de familia” empezó cuando ya era una adulta. Nunca me ha quedado claro en qué medida ese rol me fue asignado o si fui yo quien lo asumió, pero lo cierto es que mi decisión no está atada a la asunción temprana de responsabilidades familiares, como en el caso de Nancy. Estoy convencida de que mi postura fue producto de un proceso más interno que externo: tal vez nací sin el llamado instinto maternal.

La RAE define al instinto como un “conjunto de pautas de reacción que, en los animales, contribuyen a la conservación de la vida del individuo y de la especie”. Desde esa perspectiva, la ausencia del instinto reproductor en la mujer podría interpretarse como contrario a lo natural. Difiero de esta concepción que sugiere que la decisión de no tener hijos se sale de los parámetros normales. En su ensayo “Maternal Instincts[4], Laura Kipnis explica que, según algunos historiadores, el concepto de instinto maternal en la cultura occidental surge alrededor de la época de la revolución industrial. Anteriormente, la gente trabajaba esencialmente desde el hogar y todos los miembros de la familia, mujeres y niños incluidos, colaboraban en la labor. Con la revolución industrial se dividen los papeles: los hombres van a trabajar fuera mientras las mujeres son las responsables de las labores del hogar y la educación de los hijos. Es en ese momento cuando la idea romántica de la maternidad (y la paternidad en alguna medida) que hoy en día predomina toma forma como una manera de justificar el tener hijos asociándolo a la profunda experiencia emocional que conlleva a la realización personal; esta nueva postura coincide con el momento en el que los hijos dejan de colaborar con el sustento del hogar y pasan a ser una “carga familiar”. En palabras de Kipnis: “what we’re calling biological instinct is a historical artifact—a culturally specific development, not a fact of nature.”

No desestimo la experiencia emocional que conlleva la maternidad. He presenciado la transformación profunda que experimentan muchas madres y padres con la llegada de los hijos y entiendo que la magnitud de ese amor es algo que no experimentaré en lo personal. Lo que planteo aquí es mi negativa a aceptar la maternidad como el camino natural y normal a seguir; tener hijos o no es, y debe ser, una opción como muchas para el ser humano y la elección de una vida sin hijos no debe ser cuestionada por la sociedad.


[1] El relato “Quise construir un mundo para ti” fue publicado el 30 de diciembre de 1985 en el periódico Antorcha, El Tigre, Anzoátegui, Venezuela. 

[2] Mi mamá, Elisa Álvarez, nació en 1940 en Colombia.

[3] Maternar es un verbo que se acuñó recientemente y que aún no está incluido en el diccionario de la RAE. Se refiere al acto de cuidar desde el amor al objeto que se materna: un hijo, familiar, ser querido, mascota o a sí mismo

[4] “Maternal Instincts”, de  Laura Kipnis, está incluido en el libro “Sixteen Writers on the Decision Not to Have Kids”, Picador.

6 respuestas a «Por qué decidí no ser madre»

  1. Avatar de Alex Guerra
    Alex Guerra

    Grace, me parece tan honesta tu postura acerca de la maternidad. Tu texto no trata de empatizar con el lector, eres tu quien se presenta, mostrándonos una mujer libre de decidir sobre su vida. Tu manera de escribir sin filtros enriquece tu obra. Gracias por compartir

  2. Avatar de Grace P Bedoya
    Grace P Bedoya

    Alex, agradezco mucho tu lectura y comentarios a mi artículo. Y sí, lo que busco en este blog es hablar sin tapujos acerca de temas importantes para mí, así como abrir un espacio para la expresión de opiniones diversas e invitar a la reflexión. Un abrazo.

  3. Avatar de Caro Pedrique
    Caro Pedrique

    Me gusta tu artículo
    Amo ser madre pero entiendo que tener hijos no es para todo el mundo

    1. Avatar de Grace P Bedoya
      Grace P Bedoya

      Así es, Caro. Por eso considero importante tomar la decisión de tener hijos o no basados en nuestro deseo y circunstancias personales y de la pareja. Un abrazo.

  4. Avatar de Yngrid Wong
    Yngrid Wong

    Ser madre debería ser un tema, una asignatura obligada en las escuelas según mi criterio muy personal, porque no es solo engendrar y parir para cumplir con una obligación cultural por el simple hecho de ser mujer, ser madre requiere de un sin fin de aptitudes, implica un sin fin de responsabilidades. Muchas llegamos a ser madres sin la más mínima idea de todo esto. En mi caso personal rompí ese esquema con mis hijas, les hable claro desde pequeñas… entre otras cosas les dije que decidir no tener hijos estaba bien, que decidir no casarse también estaba bien…que la sociedad por ello las criticaría pero que cada mujer es dueña de su cuerpo y también dueña de los roles que decidiera desempeñar en su vida. Fui criticada por haber criado así a mis hijas, pero en honor a verdad poco me importó, siento que las liberé…hoy en día cada una sabe si desea o no traer hijos al mundo…la mayor dijo que no a tener hijos y la menor si quiere…cumplirá cada una su deseo pero ya desde la conciencia…saludos Grace.

    1. Avatar de Grace P. Bedoya
      Grace P. Bedoya

      Yngrid, muchísimas gracias por tu lectura y por dejarnos tu testimonio de una manera tan honesta. Estoy de acuerdo con tu planteamiento y celebro tu valentía. Un fuerte abrazo.

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