Mis tíos desaparecidos – una historia familiar
—Tu tío Darío lleva dos semanas desaparecido. La última vez que lo vieron iba en su auto, regresaba del trabajo en dirección a la casa, iba acompañado por un hombre. No se sabe nada más.
Enmudecí, no supe consolar a mamá desde la distancia. ¿Qué podía decirle para reconfortarla en un momento así? Maldije la distancia que nos separaba, los 460 km entre Caracas y El Tigre que me impedían abrazarla. Ella siempre fue una mujer de gran temple, en contadas ocasiones la había visto llorar. Durante esa llamada, sin embargo, su voz se quebró varias veces. Su hermano había desaparecido en Medellín.
Colgué el teléfono. Temblaba. Pensé en mis hermanos y sentí escalofríos. No podía ni imaginarme lo que sentiría si algo así le ocurriera a uno de ellos. Corría la última década del siglo pasado y Colombia seguía sumida en la violencia. En 1991, Medellín había sido declarada la ciudad más violenta del mundo, un récord triste y doloroso. Mis padres se habían conocido en esa ciudad, allí se hicieron novios. Tras la ruptura de esa relación, papá se mudó a Venezuela. Por cartas se reconciliaron, se comprometieron y fijaron fecha para la boda. Papá regresó a su ciudad para casarse con mi madre y ambos vivieron en Venezuela desde entonces.
Un recuerdo lejano se superpuso al de la conversación que acababa de tener con mamá: el de aquél otro tío desaparecido muchos años atrás. En aquella oportunidad, mis hermanos y yo éramos unos niños, y nos enteramos de la desaparición de nuestro tío paterno, Gabriel, por retazos de conversaciones que logramos escuchar entre nuestros padres. Ante nuestras preguntas, sus respuestas fueron escuetas y crípticas: el tío salió de casa un día y no volvió, dejando a su esposa e hijos. No supimos nada más, no se volvió a hablar del tema, no delante de nosotros. Años después, papá regresó a nuestro pueblo, El Tigre, luego de un viaje de trabajo de varios días a Ciudad Bolívar y Puerto Ordaz. Al entrar a la casa nos saludó, se sirvió un whisky y tomó asiento. Estaba inusualmente taciturno. Mamá entró a la cocina a calentar la cena, él la siguió. Le escuché contarle en voz baja a mamá que había visto a Gabriel. Mamá preguntó: ¿cuál Gabriel? Mi hermano, respondió papá.
Tuve la esperanza de que lo mismo ocurriera con el tío Darío, que estuviera en algún otro lugar por cualquier razón y un día alguien lo encontrara. Antes de colgar el teléfono, mamá me dijo: “menos mal que ya tu abuela murió. Siempre decía que lo peor que podía ocurrirle a una madre era que se le desapareciera un hijo”. Estaba sola en casa y por unos minutos no supe qué hacer. Era de noche y mi esposo aún estaba en la oficina. Lo llamé y le conté lo sucedido. Me preguntó qué quería hacer. “Irme a El Tigre. Necesito estar con mamá”. Al día siguiente volé a abrazarla.
Al tío Darío no lo conocí. Mamá nos contó pocas historias acerca de la infancia compartida, no recuerdo ninguna anécdota de ese hermano. Cuando era niña fuimos a Medellín dos o tres veces a ver a mi abuela materna, Aquilina. Darío no vivía en la ciudad en aquellos años. Luego dejamos de viajar a Colombia por la inseguridad y él nunca nos visitó. Mamá es la única de los hermanos que aún vive pero sus recuerdos juegan a las escondidas con ella, así que no tengo piezas para reconstruir a ese tío desaparecido.
Al tío Gabriel, por el contrario, sí lo conocí algún tiempo después de su reaparición. Poco a poco me fui enterando de los pormenores de la historia: Gabriel abandonó a su familia y tenía mujer e hijos en Ciudad Bolívar. Papá se lo encontró por una de esas coincidencias que, en la ficción, resultan poco creíbles: entró a un bar con un amigo y allí estaba Gabriel; era el propietario del local. El tío se mostró esquivo con su hermano, y le tomó a papá varias visitas ganarse su confianza. El tío Gabriel se parecía mucho a mi abuelo, Tiberio. Tenía la misma barriga prominente, la mirada de asombro y la cabeza achatada. Intuyo que también le heredó la personalidad mujeriega.
Tras la desaparición de Darío la hipótesis con mayor fuerza fue la del robo. El tío distribuía embutidos en varios comercios y llevaba dinero en efectivo. Nunca se esclarecieron las razones por las que ni el carro ni su cuerpo fueron encontrados. Si fue un simple robo, ¿por qué tomarse el trabajo de ocultar el cuerpo? Un hermano de mi mamá ofreció otra explicación: el suegro de Darío, un hombre con antecedentes turbios, nunca lo quiso y podría haber estado implicado. Durante una visita de mamá a mi casa, le pregunté si su hermano podría haber abandonado a su familia al igual que Gabriel. Respondió categórica: no. Agregó que Darío no era mujeriego, era trabajador y de temperamento tranquilo. También hizo énfasis en que no tomaba alcohol. No tuvo que puntualizar “como Gabriel”. Papá y sus hermanos tomaban mucho y, en las reuniones familiares siempre se emborrachaban y a menudo terminaban discutiendo entre ellos.
A los dos años de su desaparición, el caso fue cerrado y Darío fue declarado legalmente muerto; el término jurídico es “muerte presunta”. Cuando mamá me llamó para contármelo repitió lo que me había dicho acerca de la abuelita. Y agregó:
—Porque sí, carajo, que aunque sea le entreguen a uno los pedacitos para enterrarlos, no hay derecho.
20 respuestas a «Mis tíos desaparecidos – una historia familiar»
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Enligmas familiares muy bien reseñados. Tus relatos captan la atención de principio a fin
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Marichu, muchas gracias por tu lectura. Creo que hay que rescatar las memorias familiares como parte de nuestra historia e identidad. Un fuerte abrazo.
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Muy interesante la manera de hacer el relato , entrelazado porque en el fondo mueven la misma emoción , a pesar de la distancia temporal de ambos eventos , me gustó mucho y el final pide más .
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¡Gracias, José! Valoro mucho tu lectura y comentarios. Un abrazo.
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Gracias Grace por compartir tú relato familiar!
Escribes de tal manera que envuelves al lector cómo si estuviera viviendo la historia q narras … y ésta en particular me genera emoción (por el reencuentro del tío Gabriel), y angustia e inquietudes (por el tío Dario).
Abrazo fuerte!-
Mariale, al escribir esta historia se me removieron muchos recuerdos. Pienso además en las numerosas personas que sufren la tragedia de un familiar desaparecido. Una muerte es dolorosa, pero una desaparición deja a los familiares en una espera eterna y en la incertidumbre ; sin cuerpo resulta casi imposible elaborar el duelo. Gracias por tu lectura y amable comentario. Un abrazo.
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Hola me sorprende mucho tu historia!!!
Y todo lo sucedido!!!
Estoy construyendo mi árbol genealógico mi abuelo se llamaba Luis Octavio Bedoya O. He tratado de averiguar pero se me ha sido muy difícil.
Decidí poner en Google el nombre de mi abuelo y me encontré con esta historia
La última información verídica que se de mi abuelo fue que murió en Cali y se que también tuvo muchas esposas, diferentes familias y murió de cirrosis por el alcohol! No lo conocí o no lo recuerdo, pero cada que mis tíos se reunían a tomar igualmente terminaban peleando!
Espero pueda tener un contacto contigo y compartir experiencias-
Hola, Andrés. Mil gracias por tu lectura. Me resulta interesante que historias familiares probablemente inconexas converjan en una suerte de rompecabezas que no logramos ver en su totalidad. Te envío un abrazo, “primo” desconocido.
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Grace, tu narrativa cautiva, nos mantienen alerta del desenlace y nos permite participar, ahí entrando al bar o teniendo la conversa telefónica con mamá. Gracias
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Zaida, agradezco mucho que hayas leído el artículo, así como tu comentario. Abrazos.
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Hola amiga se me había escapado leerlo pues al no hacerlo en el momento se va entre tantas cosas que llegan. Triste los relatos ambas desapariciones tienen su principio y fin uno más triste que el otro , ya que en un caso no hubo fin para su familia que como tú dices vivirán siempre con la ? ???
Gacias por compartirlo. Besos.-
Inés querida, mil gracias por leer el artículo y por tu comentario. Sí, el tema con las desapariciones de seres queridos que quedan irresolutas es ese: la familia no puede elaborar el duelo. Es doblemente doloroso. Besos para ti también.
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Cada relato tuyo que he leído es vivirlo. Me encantó .Gracias Grace de mi corazón! Excelente! Espectacular.
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Evy, me llena de felicidad que esta historia hayas podido sentirla de esa manera. Abrazos.
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Gracias por escribir y compartir este relato de tu familia. Disfruto mucho tus textos. Me gusto ver tu foto de niña con tu mami!
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Henry, me alegra mucho que lo hayas leído y disfrutado. Las fotos familiares son un tesoro, como lo son las anécdotas, la historia compartida por los miembros de una familia. ¡Gracias por tu comentario!
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Que escrito tan lindo. Me encanta.
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¡Gracias, Alejandra! Creo que las historias familiares forman parte de nuestra identidad y debemos conservarlas como un tesoro. Gracias por tu lectura y comentario. Un abrazo.
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Felicitaciones prima soy Rubén Darío Villa Bedoya ; felicitaciones por este bello relato , me gustaría hablar contigo pues fui el amigo y nieto de nuestro abuelo Manuel tiberio Bedoya , si en algo te puedo ser con todo el cariño un abrazo fraternal saludos a tu mami y a mis primos
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Hola, Rubén Darío, ¡qué alegría que me contactes por aquí! Gracias también por leer este relato y por tu amable comentario. Por supuesto que hablaremos muy pronto y recordaremos a nuestros queridos familiares que ya partieron. ¡Abrazos!
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