Hablemos de la infidelidad
La infidelidad es un tema que me ha tocado de manera personal y en muchas de sus formas a lo largo de mi vida. Es por ello que le he dedicado tiempo a analizar este asunto y es uno de los aspectos que he explorado largamente en mis conversaciones con amigos, conocidos y hasta desconocidos. ¿Somos infieles por naturaleza? ¿Es realista esperar fidelidad absoluta por parte de ambas partes de la pareja a mediano y largo plazo? ¿Debe confesarse una infidelidad? ¿Descubrir que el compañero es o ha sido infiel supone necesariamente el fin de la relación? En mi artículo «Seguir casada o divorciarte, ¿te enfrentas a ese dilema?» hablo de los motivos por los que la gente se divorcia, y uno de ellos es, evidentemente, la infidelidad.
Guardo el recuerdo de un viaje familiar que me marcó profundamente. Íbamos en auto de vacaciones mis padres, mis dos hermanos mayores y yo desde nuestro pueblo El Tigre hacia alguna otra ciudad en Venezuela; tendría yo unos 12 o 13 años. Los viajes en carro propician la conversación y en un momento, sin conocer las implicaciones, yo planteé la cuestión de la fidelidad. La infidelidad masculina en Venezuela, como la sociedad machista que es, no solo es aceptada sino, en cierta medida, bien vista. Un hombre es un hombre, escuché decir muchas veces durante mi infancia y juventud, y si una mujer se le ofrece o si se le presenta la oportunidad, no es de hombres negarse. Esto siempre me resultó ofensivo, violento e injusto, así que durante ese trayecto de varias horas en carro saqué el tema. Hice mi declaración de principios: si yo me caso algún día, espero que mi esposo me sea fiel; no concibo la fidelidad de forma unilateral así que, o tenemos el compromiso de ser fieles ambos o la libertad de tener amoríos por igual, expuse. Mi padre conducía y, luego de unos segundos de silencio, me respondió que le parecía absurdo mi enfoque, que era imposible encontrar un hombre que fuera completamente fiel. Sin saberlo, se puso contra la pared. El resto de la familia se mantuvo en silencio, claramente incómodos, pero yo acepté el reto e hice la pregunta que me resultaba obvia: ¿eso significa que tú has engañado a mamá con otras? Mi madre miraba al frente, mi hermano me propinó una patada en la pierna, mi hermana fijaba su atención en el paisaje que se desplazaba con rapidez al otro lado de la ventanilla (yo, como hermana menor, estaba relegada al puesto del medio) y mi papá no contestó. Insistí (otra patada). Mi papá hizo entonces algo que causó admiración y horror en mí, a partes iguales; respondió: sí, pero solo he tenido aventuras sin importancia. Yo salté a la yugular, inmune ya a los puntapiés de mi hermano y al hecho de que estaba arruinando las vacaciones de toda la familia: ¿y tú sabías eso, mamá?, pregunté aireada. Ella, sin mirarme, dijo: una mujer siempre sabe. Algo se fracturó dentro de mí en ese momento, perdí la inocencia y creo que ese día inició el descenso definitivo de mis padres del pedestal en el que los tenía. Porque sí, mi decepción, mi ira, mi incredulidad iban dirigidas a los dos por igual. ¿Cómo había podido mi papá hacerle eso a su esposa? ¿Por qué mamá había aceptado esa situación?
Muchos años después, luego de la muerte de papá, de mi divorcio y cuando ya nuestro vínculo se situaba en un ámbito más cercano al de la amistad, tuve la oportunidad de conversar con mayor apertura con mamá acerca del tema de las relaciones extramaritales de papá. Ella compartió conmigo algunos de los momentos que vivió y por qué decidió callar y aceptar esas aventuras. Mamá las consideró amoríos pasajeros e intrascendentes y apostó por el matrimonio y la familia. Ellos estuvieron casados por más de 44 años y fui testigo del profundo amor que se profesaron hasta que él murió.
Por mi parte, fui enamoradiza en mi juventud. Fui también muy popular entre los chicos, y me cansaba rápidamente del noviecito de turno. Además, valoraba mi libertad y la consideraba un tema no negociable, lo que se tradujo en rupturas de noviazgos con chicos que no aceptaban ese planteamiento. Cuando el que sería mi esposo me propuso matrimonio, fui honesta. Hablé de mis dudas acerca del éxito de un compromiso “hasta que la muerte nos separe”, del deterioro de la conexión como consecuencia de la rutina de la vida en común, de la imposibilidad de que a alguno de los dos no le atrajera otra persona con el pasar del tiempo. Agregué que él era la prueba del fracaso de la institución matrimonial (era divorciado) pero él desmontó mis argumentos al decirme que nunca había amado a nadie como a mí y que me demostraría que nuestro caso sería diferente. No fue así.
Buscando la respuesta a la pregunta de si el ser humano es en esencia monógamo o, por el contrario, promiscuo, he encontrado que no hay consenso al respecto. En su libro Sapiens, Yuval Noah Harari expone que, a pesar de que en la actualidad la familia constituida por una pareja monogámica se considera la base de la sociedad en la gran mayoría de las culturas, los académicos difieren en cuanto al comportamiento de los humanos y el tipo de unión entre ellos en épocas remotas. Algunos proponen teorías como la vida en comunas en las que no existía la propiedad privada, hombres y mujeres tenían relaciones sexuales con diferentes personas de ambos sexos y los niños eran cuidados por todos los adultos del clan. Entre los defensores de esta tesis están los que opinan que temas como la infidelidad y los altos índices de divorcio propios de la edad moderna son consecuencia del establecimiento de normas monogámicas que atentan contra la inclinación intrínseca de los seres humanos. Otros refutan el postulado anterior y argumentan que el comportamiento monógamo y el establecimiento de la familia tal como la conocemos resultan naturales en las personas.
Independientemente del hecho de que la especie humana sea o no propensa a la monogamia, el tema que me obsesiona es la infidelidad, esa que ocurre únicamente cuando se rompen los acuerdos inherentes al compromiso que asumimos frente al otro, cuando violamos la confianza de nuestro compañero dentro de una relación exclusiva.
Descubrí infidelidades muy dolorosas por parte de quien fuera mi pareja, fui infiel, algunos hombres les fueron infieles a sus compañeras conmigo y he conversado largamente acerca de sus respectivas experiencias con amigas y amigos que han compartido conmigo historias tanto de sus propias infidelidades como de las de sus cónyuges. Una amiga me confesó haber tenido algunos amantes luego de años sin tener sexo con su esposo; el que perdió el interés sexual en su matrimonio fue él y nunca quiso dialogar con ella acerca de los motivos de su distanciamiento en ese aspecto. Un vecino que ha estado casado por más de 30 años me comentaba recientemente que en su caso fue la esposa quien perdió el deseo sexual (al menos, hacia él) hace muchos años. Él me reveló haber tenido algunas aventuras antes y después de eso, aunque siempre le ha aterrorizado el hecho de que su familia pueda descubrirlo. Un amigo que ronda los 40 años, a pesar de haber sido durante su primer matrimonio lo que yo llamo un infiel en serie, ahora con su segunda esposa se ha mantenido fiel durante los más de cuatro años que llevan juntos; aunque su relación es aún joven, el cambio en el comportamiento de mi amigo me lleva a pensar que tal vez sus aventuras pasadas estaban más asociadas a conflictos con su anterior pareja que a su personalidad. Entre mis amigos homosexuales el tema de la fidelidad ofrece algunos matices: en general, los gais con los que he conversado aceptan algún encuentro sexual ocasional como algo sin demasiada importancia, pero si descubren que su compañero establece un lazo romántico con otra persona usualmente la ruptura es inevitable.
Con el pasar de los años, a través de mis experiencias y de lo que he podido observar a mi alrededor, considero que son contadas las uniones en las que, a mediano y largo plazo, al menos uno de sus miembros no ha sido infiel. Pienso que la promesa de ser fieles en la salud y en la enfermedad hasta que la muerte nos separe puede, contrario a lo que cabría esperarse, colaborar con el fracaso del matrimonio. Esa premisa genera expectativas a menudo inalcanzables y nos envuelve en una ingenuidad ciega en muchos casos. Hay una frase conocida de Gabriel García Márquez: “Hay que ser infiel, pero nunca desleal”. Yo me pregunto: ¿se puede ser infiel manteniendo la lealtad hacia nuestro compañero? Veo una zona gris allí. Creo que cada pareja debería conversar acerca de los parámetros que funcionan para ellos y establecer acuerdos que podrían ayudarlos a sortear las vicisitudes que se le presenten a cada uno de una manera más madura, honesta y respetuosa hacia el otro.
10 respuestas a «Hablemos de la infidelidad»
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Muy interesante tu articulo.
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Me alegra mucho que te haya gustado, Neyda. Un abrazo.
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Soy fiel y leal por principio y decisión, escojo serlo cada día por respeto a mi principalmente
No juzgo pero tampoco olvido
La infidelidad sería motivo de ruptura, más no de enemistad, puedo entender que mi pareja quiera relacionarse con alguien más, pero no quiero eso para mi. Ese sería el fin de nuestra relación-
Caro, te agradezco mucho que hayas leído el artículo y compartido tu postura acerca de la infidelidad. Un fuerte abrazo.
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Enhorabuena mi siempre querida Grace:
Como victima y victimario que he sido a lo largo de mi vida….arte y parte de tantas historias, debo reconocer que tu artículo plantea el tema desde una óptica lo suficientemente racional y desapasionada, para abrir un debate sobre el principal causante de tantas y tantas oportunidades perdidas.
El asunto es complejo y nunca dejará de ser actual, yo no dejo de pensar qué hay algo atávico, animal, incontrolable, una pobre excusa ante el daño que causamos, y lo peor: que casi siempre se lo causamos a personas muy queridas.-
Mi querido Juan Carlos, mil, mil gracias por leerme con detenimiento, por confrontarte y confrontarnos, por aceptar que eres y somos falibles. Abrir el debate y la conversación ante los temas que a menudo evitamos creo que es siempre valioso y nos lleva a intentar ser mejores personas cada día. Reflexionemos. Un abrazo fuerte.
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Grace, buen artículo. Pienso que la integridad y el respeto al compromiso ayudan a mantener la fidelidad y lealtad, no solo entre parejas , sino también la fidelidad personal, a las creencias o religiones, al trabajo, amistades, promesas, etc.
Me gusta como escribes, nunca le seas infiel a la escritura y siempre mantén tu lealtad hacia ella! ?-
Julia, muchas gracias por compartir tu punto de vista. Valoro además que amplíes el tema hacia otros ámbitos. La fidelidad ante uno mismo y su esencia es fundamental. ¡Abrazos!
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Antecedentes
Hija y hermana de psicólogos, la sobre mesa diaria casi siempre era sobre los casos que trataba mi familia. Mi padre se especializaba en stress post traumático, la gran mayoría por casos de abusos sexuales tanto en hombres como en mujeres.
El suicidio de una joven señora de 32 años y con dos hijas que cayo en un cuadro clínico de ansiedad y depresión después de que su marido le fuera infiel con su cuñada fue objeto de grandes debates que despertaron al igual que a vos, la “curiosidad” por entender la infidelidad. Esta joven señora explicaba en sus momentos mas lucidos que no solo era el dolor de la infidelidad lo que mas le rompía el alma , era la vergüenza, la rabia y el sentirse estúpidamente traicionada por aquellos que mas amaba. La burla de que el marido se la pasara por la cara, la burla de todos los que se enteraron y la veían con lastima la llevaron a un desenlace inesperado y con la pregunta en mi mente de “ por ese boludo dejas tu vida y dejas solos a tus hijos?”, aun sigo pensando así. Solos dos años mas vivió después de eso, no hubo terapia que la ayudara a salir de la tristeza que la hundió en la depresión que la llevo a quitarse la vida un día sin despedirse de nadie. El jamás logró recuperar a sus hijas, tampoco supimos mas de el en el barrio.
Al igual que vos el tema de la infidelidad se quedo en mi mente, solo que al poco tiempo se volvió el tema mucho mas profundo en mis análisis. La infidelidad es un tema del cual se ha escrito todo , pero no se ha dicho todo sobre el stress post traumático sobre las mujeres que se convierten en amantes. Hay que tratar mas a fondo sobre los daños colaterales, las familias rotas, hijos rotos, la consecuencia de las decisiones a destiempo de personas con grandes desordenes de personalidad, entre ellas las de personas que eligen traicionarse así mismas y a su genero, convirtiéndose en “la otra”, “la amante”, las que habiendo conocido el dolor que causa la infidelidad se convierten en victimarias, me pregunto siempre, por que?. Que lleva a una mujer a preferir vivir en la sombra, vivir en el engaño, el que nunca decidan por ella, las que temen como vos los domingos, por que?. Por que si conocen del dolor se empeñan en causarlo en otras?, estas victimarias son o fueron víctimas de un narcisista o son ellas narcisistas?..es un caso interesante de estudiar y profundizar..Este es mi análisis sobre ti , mis incógnitas:
No es posible saber con tan poca information si la situación que “te rompió” al enterarte de las infidelidades de tu padre rompió también tus estándares de principios y valores , que en definitiva son los que nos separan de nuestra naturaleza animal, ilógica y de supervivencia. Te “rompió” no solo los actos de tu padre sino también el que tu madre no accionara “su dignidad” y lo permitiera. Creciste pensando tal vez que el amor no significa respeto, que no existe o que nadie te lo daría, en eso momento te blindaste emocionalmente para que no te pasara a vos también. Como es lógico, llego el amor y te casaste, a pesar de que tenias miedo, sabias que pasaría, pero dentro tenias la esperanza de que no te tocara a ti…pero paso. Por la intensidad del dolor como lo describes al descubrir la infidelidad de tu esposo, me dice que debe haber venido de alguien de tu entorno, hermana, amiga, cuñada, eso te marco también, ya no solo desconfías del “hombre” si no también de tu mismo genero, y ahi viene la gran pregunta mas allá de la infidelidad, es venganza lo que lleva a las amantes a vivir ese papel?
El caso que tu amigo de mas de 40 anos de conocerlo me parece realmente interesante, -ese “amigo” , que bien pudiera tratarse de uno de tus amantes- lo defendes a pesar de saber que es un”infiel en serie” . El que penses que en su segundo matrimonio es fiel por su nueva pareja y por ello era infiel por culpa de su primera esposa es verdaderamente fascinante , como llegas a esa conclusión?, tanto en el primer caso como en el segundo, el ser fiel o infiel es una decision unilateral y personal de cada uno, Un corazón noble y una inteligencia emocional madura son capaces de prevenir el daño.Seria muy interesante conocer un poco mas de vos, como llegaste a ser infiel a tu esposo?, con quien?, alguien de tu entorno también?, como te sentis después que se van dejándote sola ?, como te sentís con tus amantes de larga data?, por que te quedaste con tus amantes por largo tiempo?, en caso de que los hubiera o solo tenes relaciones fugaces?, tantas preguntas.
Creo que eres muy valiente al exponer un tema tan difícil, sobre todo al exponerte a ti misma ante los demás, pero es un paso qué tal vez bien llevado ,tal vez, solo tal vez, te pudiera hacer crecer emocionalmente. Tal vez tus experiencias ayuden a muchas que están por dar ese paso o están en ese tipo de relación y desenmascarar a los victimarios al fin.
Es posible que nuestro genero madure lo suficiente para no causar ese tipo de dolor y destruction a su paso ?
La gran pregunta al final es, por que los infieles no soportan la infidelidad?….increíble, verdad?
Al final la verdad siempre prevalece, siempre, y decidir tener una verdadera relación con la verdad es el acto de amor propio mas bello que existe, ojalá que tu vida se llene de luz con el perdón de las almas buenas y nobles que conociéndote o no, optaron por no odiarte o despreciarte por su dolor.
Les deseo mucha paz a esos corazones heridos y al tuyo también.
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Tamara, muchas gracias por tu lectura, por tu extenso análisis y por expresar tu opinión acerca de este tema. Vienen más artículos relacionados con este asunto que, tal vez, aclaren algunas de tus incógnitas. Saludos.
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